Pero ahora lo recuerdo con impotencia, porque los jóvenes ya estábamos para tomar las riendas del equipo. Muy pocos jóvenes pasaban el tiempo fumando porros y escuchando rock and roll. Llegamos a tiempo. Kresimir Cosic, el seleccionador entonces, que era un buen hombre, nos regañó un poco, pero vio que aquello no era grave. Antes no había nada de eso, teníamos mucho tiempo libre. Fue como imponerse en un derbi, pero nada que ver con la rivalidad que hay ahora. Gregg intentó convencer al entrenador de que yo valía para algo más que para estar sujetando las toallas, pero nada. La gente besaba las ruedas del autobús. Nos habían adoctrinado con que Tito nos quería y nos cuidaba, éramos sus niños, y por una parte creo que sí que era así, al menos la gente mayor lo vivía así. Así, era lógico que un país de veinticuatro millones de personas produjera grandes deportistas. Así, sin pierna, tuvo siete u ocho hijos. Pero si durante siete años no paran de salir chavales con talento, por muy bueno que seas, si no avanzas a la velocidad que imponen los acontecimientos, simplemente, te quedas fuera.
Un día, los chicos que eran siete y ocho años mayores, que llegaban por la tarde, cuando bajaba un poco la temperatura y se podía respirar, me invitaron a jugar con ellos. Él me respondió: «Vale, vete a dormir, descansa un poco y por la mañana, si sigues pensando lo mismo, organizamos la boda». Él estaba en mi generación, la del 65-66, y no pudo encontrar espacio con todo lo que vino después. Especialmente los primeros años estuve muy a gusto, solo jugaba al baloncesto y eso me vino muy bien, porque después me fueron viniendo otro tipo de problemas estúpidos, pero eso es parte de la vida. En esos años me di cuenta de que el deporte no es solo jugar bien, hay decisiones fuera de la cancha que afectan al desarrollo de tu carrera. Si hay cuatro equipos muy buenos, lo que marca la diferencia puede estar fuera de la cancha.
Fuimos a un torneo a Seattle, los Goodwill Games, donde estaban prácticamente todos los equipos que luego fuimos a Argentina. Llegas a un nivel top, pero luego hay que dar un paso más para ser campeones. El Barça y el Cibona de Zagreb.disputan hoy (21.00 horas, TV3) el partido de vuelta de la final de la Supercopa, torneo oficioso que disputan los campeones de la Copa de Europa y la Recopa. El año de aquel partido famoso, nosotros ya teníamos la permanencia, pero para la Cibona era muy importante, no recuerdo por qué. Aunque siempre fui un buen alumno, no recuerdo estudiar mucho, pero me iba muy bien. Aunque eso no evitó que me hicieran la bicicleta, una novatada muy típica. Entonces pareció llegarse a un acuerdo en las cantidades -cerca de 300.000 dólares, unos 40, millones de pesetas- y en las condiciones, aunque el Barcelona, de acuerdo -con su entrenador, Aito García Reneses, no niostró prisa porrubrícar el compromiso.Petrovic eligió un club español, el Madrid o el Barcelona, a pesar de que algunas entidades italianas -el. Pese a toda la tradición de baloncesto que tenía ese pabellón, las condiciones eran horribles. Para que os hagáis una idea de lo que era, mi padre se enteró de que me estaba dedicando seriamente al baloncesto cuando ya estaba en la selección de júniors.
Sergio Llull, jugador del Real Madrid de Baloncesto. Cada jugador tenía sus ambiciones, y se expresaban sinceramente, pero por encima de todo lo que importaba era el resultado que lograse la selección y no si Drazen u otro iba a meter treinta o no. También nacieron allí Juan Monjardín, el jugador favorito de Bernabéu y Fernando Romay, el pívot mítico de la década de los 80. Fue sede de varios trofeos conquistados por nuestro club: ciudad talismán en baloncesto, con 4 copas conquistadas (1972, 1989, 1993 y 2016), inolvidable la de 1989 con 27 puntos de Drazen Petrovic ante el Barcelona; y una copa en fútbol en 1947, 2-0 al Español, en el año en que se inauguró el nuevo estadio de Chamartín. Allí nació el guardameta favorito de este escribidor, camiseta del inter de milan Antonio Betancort. Hace años ya recibió propuestas del Madrid, cuando llevaba la sección el diirectivo Pedro Antonio Martín, pero el club italiano ofrecía siempre más. Tras casi una década vistiendo la elástica blanca, el técnico ayudante del CAI Zaragoza se mide a su exequipo en la pista donde el conjunto madridista logró su última Copa de Europa, el pabellón Príncipe Felipe, justo cuando se cumplen ahora veinte años de su consecución.
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